Homilías

HOSPITALIDAD

Reflexión del 16° domingo del año litúrgico

¿Cómo recibimos a una persona que nos “interrumpe” en nuestro trabajo o en nuestra lectura para hacernos algún tipo de pregunta? ¿Cómo contestamos cuando nos llaman por teléfono? ¿Cómo somos para recibir visitas?

HOSPITALIDAD

 

El tema central de este décimo sexto domingo del año litúrgico es la HOSPITALIDAD. No sólo es muy bello y grato sentirse acogido y bien recibido en un hogar. Uno se siente querido y valorado, agradecido y deseoso de poder retribuirlo de alguna manera. En realidad, se trata de las dos dimensiones del verdadero amor: amor que va y amor que viene porque amar no es sólo saber dar sino también, saber recibir.

En la primera lectura bíblica de hoy, el anfitrión o “dueño de casa” es Abraham, nuestro padre en la Fe, a quien Dios le había prometido una descendencia más numerosa que las estrellas del cielo. Las tres personas que Abraham ve frente a la puerta de su carpa serán sus huéspedes, aunque no sabe quiénes son. Al despedirse, se dará cuenta que ha atendido a Dios. Para nosotros, se trata de un curioso episodio del Antiguo Testamento en que Dios se presenta en tres personas. La prueba que se trata de Dios y no una simple ilusión es que Sara, la esposa de Abraham, siendo ya muy anciana, queda embarazada y, al año siguiente, dará a luz a Isaac, su único hijo. Abraham dio y recibió: dio hospitalidad y recibió un hijo.

La escena evangélica nos presenta el hogar de tres hermanos, Marta, María y Lázaro, en la localidad de Betania, a seis kilómetros de Jerusalén, al otro lado del monte de los olivos. En este hogar, Jesús es el huésped siempre bien acogido: Lázaro le da su amistad, Marta lo atiende preparándole cosas ricas para comer y María escucha con atención las palabras del Señor. Los hermanos le dan a Jesús su acogida, su amor y amistad. ¿Qué recibieron ellos de Jesús? Él se da a ellos con el afecto de su presencia. Un día Él les mostrará su predilección, llorando cuando muere Lázaro, y más tarde, haciéndolo salir del sepulcro, resucitándolo al cuarto día.

En los dos episodios comentados, el huésped es Dios. En el Evangelio, el huésped es Dios hecho hombre, Jesucristo. Es este Jesucristo del que san Pablo en la segunda lectura nos exhorta a escuchar, acoger y amar.

Dios es acogedor. No lo dudemos. Sabemos que Él está con los brazos abiertos para abrazarnos y llenarnos con la Gracias de sus dones. Jesús nos lo repitió tanto con sus palabras como con sus hechos. Sabemos que su Madre, la Virgen María, siempre está con sus oídos atentos para escuchar nuestras plegarias, protegernos bajo su manto y acceder a nuestros ruegos. Pero esta convicción que tenemos sobre la acogida de Dios y la Virgen tiene que comprometernos a “hacer otro tanto”. No seremos buenos cristianos ni buenos hijos de María si no somos acogedores. Pensémoslo no sólo a nivel doméstico sino también a nivel intelectual, laboral y social. Pensemos que la persona que acogemos es Jesús.

Y nos preguntamos:

  1. ¿Cómo recibimos a una persona que nos “interrumpe” en nuestro trabajo o en nuestra lectura para hacernos algún tipo de pregunta?
  2. ¿Cómo contestamos cuando nos llaman por teléfono?
  3. ¿Cómo somos para recibir visitas?

 


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Reflexión del 16° domingo del año litúrgico

¿Cómo recibimos a una persona que nos “interrumpe” en nuestro trabajo o en nuestra lectura para hacernos algún tipo de pregunta? ¿Cómo contestamos cuando nos llaman por teléfono? ¿Cómo somos para recibir visitas?