Homilías

REALMENTE PRESENTE

Reflexión en la Fiesta de Corpus Christi

¿Le creemos a Jesús?

Cuando una  persona  se halla delante de otra o en el mismo sitio que ella, se la considera “presente”. En un sentido amplio, también se habla de “hacerse presente” por una nota o carta escrita, por un saludo o mensaje telefónico o por un recado personal. En la actualidad, también se habla de una “presencia virtual” a través de aplicaciones como “meet” o “zoom”.

Hoy me quiero referir a una “presencia real”.

Cuando hablamos de Jesús, nos referimos a una persona real, que estuvo presente en sitios geográficos reales en tiempos históricos reales. Se trata de Jesús de Nazaret, realmente presente en Belén, Jerusalén, Jericó, Samaria y otros innumerables lugares de la Tierra Santa. Este personaje totalmente real que compartió con amigos, parientes y discípulos; que navegó en barca, que caminó a pie por senderos polvorientos, que conversó con sabios y entendidos al igual que con gente rústica y sencilla; que comió y bebió, ayunó, pasó hambre, hizo milagros, predicó la Buena Noticia, nos abrió los ojos a una verdad que desconocíamos: que Dios es nuestro Padre y nosotros, sus hijos, somos hermanos. Por esta verdad murió, resucitó, subió a los cielos y nos envió su Espíritu. A esta persona real, YO LE CREO.

“Señor Jesús, yo te creo. Yo formo parte de un grupo humano que te creyó y te ha seguido creyendo hasta nuestros tiempos. Somos tu comunidad, somos la gran Asamblea de los que creen en Ti. Somos tu Iglesia. Somos tu cuerpo; Tú eres nuestra Cabeza. Somos los que creemos lo que Tú nos enseñaste y lo que nos has seguido enseñando por medio de tu Espíritu”.

“Hoy día, tu Iglesia, la Comunidad de los que creemos en Ti, estamos recordando y celebrando un Misterio que no pretendemos entender pero que recibimos con reverencia, amor y gratitud: es el Misterio de la Eucaristía”.

“Tú tomaste el pan y dijiste: ´tómenlo y coman porque éste es mi Cuerpo’. Lo mismo dijiste cuando tomaste en tus manos el cáliz con vino, afirmando que era tu Sangre. Terminaste dejándonos un encargo: ´Hagan esto en conmemoración mía´. Para nosotros, está claro: seguir haciendo lo que Tú nos enseñaste. Estabas presente. Los apóstoles te veían, te tocaban, te escuchaban… y te quedaste PRESENTE en ese Pan y en ese Vino que pudieron compartir”

Veamos qué sucedió a los apóstoles que conocieron personalmente a Jesús. Le habían escuchado el discurso en Cafarnaúm cuando dijo públicamente que les iba a dar un “pan bajado del cielo” y que ese pan iba a ser su cuerpo… y que el que no comía su cuerpo y no bebía su sangre no tendría vida eterna. Después de este discurso, varios seguidores lo abandonaron, pero los apóstoles se quedaron. No entendían, pero se quedaron. ´Tú tienes palabras de vida eterna´, le dijo San Pedro.

Así pues, cuando Jesús pronunció esas palabras en la Última Cena, los apóstoles, aunque no entendieron, le creyeron y “recibieron la Comunión”. Tiempo después, cuando aumentó el número de los creyentes y se fueron formando nuevas comunidades, cuando se reunían, volvían a repetir las palabras de Jesús en la Cena. A este rito le llamaron la “Fracción del Pan”. De esta manera, Jesús quiso quedarse PRESENTE en cada una de estas nuevas comunidades.

Con el correr de los siglos, los creyentes han ido añadiendo ritos y temas al tema central de la “Fracción del Pan”. El resultado es lo que hoy llamamos Misa con cantos, oraciones, lecturas bíblicas, vestimentas, adornos y otros detalles. La intención ha sido preparar de la mejor manera posible los corazones de los fieles para el encuentro real de cada uno con la persona real de Jesucristo, presente en ese Pan y en ese Vino consagrado.

“Yo te creo a Ti, Jesús. Porque te creo a Ti, creo en la Eucaristía. Porque te creo a Ti, creo en tu presencia real. Creo en tu Amor, porque por mí, moriste en la Cruz y resucitaste. Creo, Jesús, que tu voluntad es que seamos un cuerpo unido: unidos en un cuerpo como comunidad y unidos a Ti, nuestra Cabeza. Nuestro corazón está en Ti, y tu Corazón está en nosotros”. Éste es el Sacramento de nuestra Fe.

Entendemos que Jesús nos ha amado y nos sigue amando. Entendemos que Él quiso quedarse con nosotros. Pero nos queda una pregunta: ¿Por qué quiso quedarse en forma de Pan y de Vino y no en una cosa más fina, como un diamante, una joya o una estatua de oro? Jesús quiso que su presencia fuera significativa.

  • El pan es nuestro sustento habitual; Él quiso ser nuestro sustento vital hasta que lleguemos a la Vida definitiva.
  • El vino habitualmente alegra los corazones; Él quiso garantizarnos el gozo y la alegría definitiva en la eternidad.
  • Es natural y habitual que los seres humanos disfrutemos compartiendo fraternal y amistosamente los alimentos. El quiso que su Presencia real fuera en una comida comunitaria.

Ojalá seamos capaces de reconocer que lo esencial de nuestra misa es el encuentro personal con Jesús que se nos hace PRESENTE en esa Hostia consagrada que recibimos en la Comunión. Pero no olvidemos que Jesús no sólo es nuestro Amigo: Jesús es nuestro Dios y Señor. Por eso, hoy día no solamente lo recibimos con amor y devoción, sino también lo adoramos con veneración… y es lo que vamos a hacer al final de la Misa. Vamos a reconocer nuestra pequeñez ante la grandeza de Dios. Vamos a adorar a Dios misteriosamente presente en la Hostia consagrada.

 


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Celebrando a los Apóstoles San Pedro y San Pablo

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