Meditación en el Cuarto domingo de Adviento 251221
“Virgen Madre que hoy aguardas al Mesías Redentor: fiel imagen de la Iglesia en espera del Señor. ¿Sientes latir en tu corazón? Es el Verbo que en tu seno inicia la redención. ESCUCHA, María, otro palpitar: es el corazón del mundo, la doliente humanidad. ESCUCHA, María, otro palpitar: el grito del mundo que clama “¡piedad!” Danos pronto a Dios, fruto de tu inmenso amor”.
VIRGEN MADRE
“Virgen Madre que hoy aguardas al Mesías Redentor: fiel imagen de la Iglesia en espera del Señor. ¿Sientes latir en tu corazón? Es el Verbo que en tu seno inicia la redención. ESCUCHA, María, otro palpitar: es el corazón del mundo, la doliente humanidad. ESCUCHA, María, otro palpitar: el grito del mundo que clama “¡piedad!” Danos pronto a Dios, fruto de tu inmenso amor”.
La oración con la que iniciamos nuestra reflexión de hoy la compuso un sacerdote, el Padre José Donoso, que fue mi maestro cuando me formaba como joven jesuita. Es una “Súplica de Adviento” que, en cinco líneas, quiere expresar los sentimientos, no solo del pueblo judío en la espera del Mesías, sino de la Iglesia y de toda la humanidad: necesitamos ser salvados, rescatados.
Si hemos estado atentos a las lecturas bíblicas de las últimas semanas, recordaremos que el profeta Isaías nos animaba en la esperanza de un Mesías liberador que iba a inaugurar una época maravillosa de alegría, paz, prosperidad, bienestar, justicia y entendimiento entre las naciones, bajo el reinado de Dios. En la lectura de hoy, el profeta sorprende al escéptico rey Ajaz y al pueblo desanimado, con la promesa que Dios se hará hombre. El misterio de la Encarnación ¿cómo se llevará a cabo? Las palabras que hemos escuchado son textualmente: “Miren, la virgen está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel”, que traducido significa “Dios con nosotros”.
En el trozo evangélico de hoy, San Mateo cita textualmente las palabras de Isaías. De este modo el autor que hemos leído hoy nos comparte su convencimiento que Jesús, el personaje del cual nos está narrando su vida, obras, palabras y milagros, precisamente ese Jesús es el esperado, el deseado de todas las naciones, el que cientos de años de antes ya había sido anunciado por los profetas.
Todo esto que estamos recordando es un tremendo misterio, tanto para nosotros como para todos los tiempos. Es un misterio de Dios. Lo interesante es que todo este misterio Dios no lo quiso imponer: Él prefirió no imponer sino proponer. Lo hizo por intermedio del Arcángel Gabriel, esperando la voluntad humana de una mujer, María y su esposo José. ¿Qué habría sucedido si María no hubiera aceptado y José no la hubiera llevado a su casa?
Fueron necesarias la humildad de María y la Fe de José.
A la luz de la misteriosa Maternidad de María y la no menos misteriosa Fe de José, hoy queremos celebrar los no menos maravillosos misterios de cada uno de los presentes. El misterio de las mamás que acogieron con humildad y valentía los embarazos y tuvieron la alegría de dar hijos al mundo, no sin dolor. El misterio de los papás que supieron respaldar el embarazo de sus mujeres y enfrentaron la responsabilidad de educar a sus hijos.
Terminamos exclamando: La vida es un gran misterio que hoy Dios quiere compartir con nosotros. Y por todo esto, damos gracias a Dios.