Homilías y Reflexiones

TEMPLO Y MANANTIAL

¿Tiene sentido construir templos?

¿Y nosotros, somos templos? ¿De quién o de qué?

TEMPLO Y MANANTIAL

+ Lectura de la profecía de Ezequiel 47, 1-2. 8-9. 12

 

            El ángel me llevó a la entrada del Templo, y vi que salía agua por debajo del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada Templo oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho del Templo, al sur del altar. Luego me sacó por el camino de la puerta septentrional, y me hizo dar la vuelta por un camino exterior, hasta la puerta exterior que miraba hacia el oriente. Allí vi que el agua fluía por el costado derecho.

            Entonces me dijo: “Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la estepa y van a desembocar en el Mar. Se las hace salir hasta el Mar, para que sus aguas sean saneadas. Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando esta agua llegue hasta el Mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en todas partes adonde llegue el torrente.

            Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de remedio”. 

 

 

El profeta nos ayuda a visualizar una realidad que ni él mismo pudo imaginar:

            Sin nombrarlo, habla del Templo de Jerusalén, el lugar más santo y significativo para los israelitas de todos los tiempos. Él visualiza que de la puerta oriental surge un manantial de agua que fluye hacia el torrente Cedrón. Sabemos que se trata de una quebrada que está casi seca, pero el profeta la imagina floreciente, a cuyas orillas crecen frondosas plantas, arbustos y árboles. Este arroyo sigue corriendo hasta llegar al río Jordán, terminando en las aguas del Mar Muerto al cual infunde vida. Es un sueño profético que nosotros, los cristianos lo entendemos en Jesucristo.

            ¿Cómo? ¿Qué entendemos por el concepto de templo?

            Estudiando las diversas y variadas razas, culturas y religiones de todos los tiempos y lugares, nos damos cuenta que desde los tiempos más antiguos se ha dado en el ser humano la necesidad de conectarse con el Más Allá, con la Divinidad. No se ha contentado con buscarlo en lo escondido de su corazón; ha resuelto construir edificios para que su Dios habite en él y poder venir a verlo y sentirlo más cercano. Esto son los templos… y los encontramos tanto en Oriente como en Occidente. Pensemos en los chinos, japoneses, egipcios, griegos, romanos… y también en nuestro continente tenemos a los mayas, aztecas…

            Nosotros, los cristianos, desde que el emperador Constantino, en el siglo Cuarto dio la libertad de culto, comenzamos a construir templos, con el propósito de encontrarnos unidos por la fe en nuestro Señor Jesucristo.

            Para nosotros, el templo, como lugar físico de cuatro paredes y un techo, representa algo infinitamente superior: es el propio Jesucristo, Dios y Hombre verdadero. En Jesucristo HOMBRE VERDADERO habita plenamente la DIVINIDAD.

            Jesucristo es el verdadero TEMPLO. De Él fluye el manantial de VIDA, para toda la humanidad que es la GRACIA. Todos los templos que los cristianos hemos edificado a lo largo de nuestra historia son un pálido reflejo de lo que Jesucristo representa para nosotros… pero hay algo más.

            Este algo más es un desafío que nos hace san Pablo en su carta a los corintios. “¿No saben que ustedes son templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” Si somos templos de Dios, debemos tomar conciencia y actuar en consecuencia. De nosotros también debe fluir un MANANTIAL como el que soñó Ezequiel, pensando en el Templo de Jerusalén y como el que nosotros reconocemos en Jesucristo.

            ¿Cuál será nuestro manantial? LA ORACIÓN Y LAS BUENAS OBRAS.