Comentario a las lecturas bíblicas del 24°DOMINGO del Año Litúrgico - 250914
¿Con qué cara lo vamos a seguir haciéndonos esperar?
ME SIGUE ESPERANDO
Éxodo 32; Salmo 50; 1Timoteo 1; 2Corintios 5; Lucas 15
“¡Me cansé de esperar!” Sin duda esta frase la hemos escuchado innumerables veces, tanto en hombres como mujeres, adultos y también jóvenes. Si somos sinceros, seguramente tendremos que reconocer que también nos ha pasado a nosotros, de perder la paciencia y terminar – a veces - verdaderamente enfurecidos, ¡Ya no aguanto más!
Es natural que nosotros valoremos nuestro tiempo y esperemos que los demás nos lo respeten. Ahora bien, cuando varias personas nos ponemos de acuerdo para realizar algo en común, para bien de todos, es natural que todos esperemos que cada uno cumpla por su parte lo que le corresponde. En eso consiste esperar de los demás. Pero todo tiene su tiempo y no se puede esperar indefinidamente. Por eso, nos desesperamos, nos aburrimos, nos enojamos y perdemos la paciencia.
Así pues, aburrirse esperando, impacientarse, desesperar, perder la paciencia son fenómenos que pueden o suelen sucedernos… y es malo, nos molesta, nos hace mal, nos hace daño, nos sentimos defraudados. Tanto es así que a veces preferimos no seguir esperando y simplemente cortar con esa persona. Es triste, pero es una realidad.
Cuando nosotros nos damos cuenta que ha sido culpa nuestra y que hemos defraudado a alguien, nos arrepentimos, procuramos pedir perdón a quienes hemos fallado, deseosos de enmendar y corregir nuestra falta y lograr que los demás vuelvan a confiar en nosotros. No es fácil.
Tampoco es fácil volver a confiar en alguien que nos ha defraudado. Por eso es tan admirable la actitud del padre en la parábola del hijo pródigo que hoy nos ofrece Jesús en el Evangelio. El padre ha esperado, ha visto el dolor de su hijo arrepentido, lo acoge con sus entrañas de misericordia y vuelve a esperar en él. Es la actitud que Dios ha tenido una y mil veces con su pueblo elegido, como lo escuchamos en la lectura del libro del Éxodo. Es la actitud que Jesús ha tenido con sus apóstoles, en particular con San Pablo, como lo escuchamos en la segunda lectura de hoy. Es la actitud que seguramente ha tenido Jesús con nosotros, que le hemos fallado tantas veces a sus expectativas. ¿Qué podemos hacer?
La parábola de hoy tiene tres personajes: el PADRE, cuya amorosa paciencia en esperar hemos observado, además de su tierno y misericordioso perdón. El HIJO PRÓDIGO, cuyos pecados son evidentes, su dolor y arrepentimiento son efectivos y de quien podemos esperar una conducta de humilde gratitud. Es probable que nosotros hayamos conocido casos semejantes o lo hayamos vivido en carne propia. Pero está el caso del HIJO MAYOR, que comentaremos en otro párrafo.
Jesús, en esta parábola, nos presenta a un hombre cumplidor, pero sin amor. Ha trabajado en servicio de su padre, pero sin sentir que está en lo suyo. Tiene envidia del cariño con que su padre ha recibido y perdonado a su hermano. Se queja de no haber tenido la oportunidad de celebrar con sus amigos. A esto el padre le ha replicado “todo lo mío es tuyo”. No sería raro que nosotros también nos sintiéramos retratados en este personaje cuando hemos vivido una religiosidad “cumplidora” pero poco “amorosa”. Si cumplo los mandamientos, pero no amo a Dios y a mi prójimo, sería como este personaje. También yo lo podría aplicar a mi conducta cívica, si cumplo las leyes, pago mis impuestos, respeto las luces rojas, pero miro con desdén a mis conciudadanos y no me intereso por el bien común.
El título de esta reflexión es: “ME SIGUE ESPERANDO”. Vamos a ampliarlo: “NOS SIGUE ESPERANDO”. Dios nos sigue esperando, como católicos y como chilenos. Como católicos, que no nos contentemos con nuestra misa dominical, sino que nos interesemos por compartir nuestra Fe con tantas personas que vemos alejadas de la Palabra de Dios y de los sacramentos. Como chilenos, que hagamos un sincero esfuerzo por escucharnos, entendernos, llegar a acuerdos, cuidarnos y unir solidariamente nuestras energías para hacer más gratas nuestras vidas.