Homilías y Reflexiones

PIDE E INTERCEDE

Homilía del 17° DOMINGO del Año Litúrgico - 250727

¿Por quién has estado rogando en estos días? ¿Le has pedido a la Virgen que interceda por ti ante su Hijo? ¿Le has pedido a Jesús que interceda por ti ante el Padre? ¿Te has atrevido a dirigirte al Padre con la verdadera confianza de hijo?

  1.  

            Génesis 18; Salmo 137; Colosenses 2; Romanos 8; Lucas 11

 

            En el trozo evangélico de hoy, Jesús nos motiva a orar con mucha confianza, teniendo muy presente en nuestra mente y en nuestro corazón la realidad que ¡somos hijos! ¡Y Dios es nuestro Padre… el mejor Padre! Todo el discurso de Jesús va en esta línea: pedir con confianza y con insistencia… tal como lo hacemos los verdaderos hijos con un padre en el que tenemos la seguridad que sólo quiere nuestro bien. Ahora, es interesante observar que Jesús no pone limitaciones a nuestros pedidos: no sólo pedimos cosas espirituales sino también materiales; no sólo para nosotros mismos, sino también – y muy especialmente – para los demás.

 

            La oración que Jesús nos está enseñando y que nosotros hemos memorizado con el nombre de Padrenuestro no hace referencia a un vínculo individual de la persona humana con la persona divina. Al estar expresada en plural, nos dice que todos los creyentes orantes somos una comunidad orante y suplicante. Lo que expresamos y lo que pedimos, lo hacemos por nosotros y por los demás. Es una Oración Comunitaria, social y fraternal.

 

            Es interesante observar en la primera lectura bíblica, cómo es la oración de Abraham, nuestro padre en la fe. Tengamos presente que esta historia está situada hace cuatro mil años atrás y todavía tiene vigencia. Se trata de lo que hoy denominamos “ORACIÓN DE INTERCESIÓN”. En primer lugar, vemos que Abraham no está pidiendo para él sino para los habitantes de una ciudad pecadora. Lo hace con la constancia y confianza del hijo frente a su padre. Podemos decirlo con algo de cariñoso humor que Abraham es un “maestro del regateo”: ¡Cómo pide y pide, buscando mil razones para sostener su pedido! Eso es confianza. En la oración de intercesión toda la fuerza de nuestra petición va dirigida a Dios para que Él direccione sus gracias y bendiciones hacia una persona o grupo humano.

 

            ¿Quién de nosotros no ha practicado más de alguna vez la “Oración de intercesión”? Es lo que hacen las madres cuando tienen un hijo enfermo. Es la oración de Santa Mónica cuando oraba por Agustín, su hijo pecador que un día se convirtió y llegó a ser un gran santo. Oración de intercesión es lo que hacemos cuando encargamos una misa o responso por nuestros difuntos. Nosotros intercedemos por nuestros seres queridos, rezamos por ellos y confiamos en que ellos también rezarán por nosotros. Así hacemos vida lo que proclamamos en el “Credo”: “Creo en la comunión de los santos”.

 

            Volviendo a Jesús: Él es el que nos enseña a orar. Pablo, en la segunda lectura nos dice que “Cristo nos hace revivir perdonando nuestras faltas”. Él es nuestro INTERCESOR ante el Padre. Por eso, en nuestras oraciones, cuando nos dirigimos al Padre, le hacemos nuestras peticiones “por Jesucristo, Nuestro Señor”. De esta manera, Jesucristo nos refuerza en la confianza. Así pues, cuando nosotros estamos intercediendo por alguien, Jesús está intercediendo por nosotros… y para terminar con mayor confianza aún, cuando nosotros le pedimos algo a la Virgen, Ella intercede por nosotros ante su Hijo y Él intercede por nosotros ante el Padre, porque Jesús a su Madre no le puede decir que no.

 

            El salmo que hoy se canta entre las lecturas bíblicas es una bella acción de gracias a Dios porque Él escucha nuestros ruegos, peticiones, oraciones e intercesiones. Ojalá podamos entonarlo sin temor, con infinita gratitud: “Te doy gracias, Señor, de corazón; feliz en tu presencia yo canto para Ti. He llegado hasta tu casa, Señor, a dar gracias a tu Nombre”.

 

  1. ¿Por quién has estado rogando en estos días?
  2. ¿Le has pedido a la Virgen que interceda por ti ante su Hijo?
  3. ¿Le has pedido a Jesús que interceda por ti ante el Padre?
  4. ¿Te has atrevido a dirigirte al Padre con la verdadera confianza de hijo?