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Homilías

TODO EN TODOS

Domingo 26 de noviembre 2023

TODO EN TODOS ¿Qué significa esta frase que aparece al final de la segunda lectura bíblica de hoy? Veámosla de nuevo y nos vamos a ir dando cuenta de su profundidad.

 

TODO EN TODOS

Los textos bíblicos de este último domingo del año litúrgico son: Ezequiel 34,11-12.15-17; Salmo 22; Primera Corintios, 15, 20-28 y Mateo 25, 31-46.

Partamos por el principio. Dios, el Creador, es Todo (con mayúscula), y en Él está todo (con minúscula). El Creador es Todo con mayúscula porque es el Ser Único. Todas las cosas creadas, o sea, las creaturas, forman un todo compuesto de infinitas partes: desde las galaxias, las constelaciones, las estrellas y planetas los mares, continentes, montañas, bosques, ríos y desiertos hasta los animales, plantas y microbios, formamos partes de un todo material sustentado por el Creador. Pero falta uno: ¡faltamos nosotros, los seres humanos! ¡No estamos todos en el Todo! ¡Ésta es la triste realidad!

¿Qué pasa? ¿Cómo se entiende esto? Dentro de todos los seres creados, los humanos somos los únicos dotados de libertad: somos los únicos que podemos acoger al Creador, abrir nuestro corazón a su Amor infinito… pero también podemos decirle que NO a Dios. Éste es el pecado en que nos encontramos envueltos. Así pues, no estamos en Él y no dejamos que Él esté en nosotros.

Ahora bien, Dios, en su infinito amor, no ha querido dejarnos abandonados, pero tampoco ha querido quitarnos la libertad. Dios ha querido convencernos, atrayéndonos por la vía del Amor. Aquí está el papel de Jesucristo, verdadero Dios hecho Hombre que nos atrae humanamente para que, unidos con Él, podamos incorporarnos libre, consciente y voluntariamente al Amor del Único, al Amor de Dios.

La imagen que nos presenta hoy la Liturgia es la imagen de un Rey que unifica mediante el convencimiento. Este Rey quiere unirnos por el amor. En el trozo evangélico de hoy, de Mateo 25, se nos presenta claramente cómo podemos todos incorporarnos al Todo: ¡Son las conocidas Obras de Misericordia! Efectivamente, en el “dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, visitar a los enfermos”… todas estas obras de caridad son la forma como este Rey quiere ir construyendo su Reino.

Ahora bien, ¿A qué viene el trozo bíblico de la primera lectura en la que el profeta Ezequiel nos presenta a un Dios-Pastor, poéticamente presentado en el Salmo 22 como “El Señor es mi Pastor”?

No olvidemos la historia de Israel. Dios quiso preparar a la humanidad para la venida de su  Hijo y mil años antes de Cristo eligió a un humilde pastorcito de Belén para que fuera un Rey que unificaría a las tribus dispersas : éste fue el Rey David. Aunque fuera por un tiempo, lo logró. En la conciencia del pueblo de Israel quedó la imagen del Rey-Pastor. Esta imagen la proyectó el profeta Ezequiel en Dios, el Señor. Y es lo que vimos en la primera lectura.

Tampoco podemos olvidar las numerosas circunstancias en que los evangelios nos presentan de Jesús como descendiente de David. Recordemos que, al entrar a Jerusalén, lo aclamaban como rey. Incluso, cuando Pilato le preguntó si era rey, Él respondió: “Tú lo has dicho. Soy Rey, pero mi reino no es de este mundo”.

¿A qué vino, pues, Jesús? Vino a reunirnos, a formar un solo reino. Ya desde ahora, Jesús quiere invitarnos a formar parte de su Reino, que es un Reino de sabiduría, verdad, santidad, gracia, justicia, amor y paz. Jesús quiere reinar en nuestros corazones y, así, presentarnos a su Padre. Cuando esto suceda, todos estaremos en el Todo.

Trataré de decirlo de manera más sencilla: Dios quiere estar en todos nosotros, con todos nosotros,  pero muchos todavía no queremos estar en Él y con Él. A eso viene Jesús, como Buen Pastor: atraernos, curar nuestras heridas, llevarnos en brazos. A eso viene Jesús, nuestro Rey: a invitarnos para que nos incorporemos a su Reino

I.A.

 

 


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