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Homilías

EL CRISTO DE LOS RACIMOS

Domingo Quinto del Tiempo Pascual

Meditación sobre un cuadro colonial que admiramos en la iglesita de Toconao, en el Altiplano de la Segunda Región

OBSERVEMOS ESTE CUADRO.

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¿Qué vemos?

Una breve descripción para los que no puedan ver la imagen. El artista nos presenta a Jesús, coronado de espinas, con su cuerpo lleno de heridas sangrantes. De la llaga de su costado brota una rama de vid, cargada de racimos de uvas. Jesús toma uno de estos racimos y con sus manos le exprime su jugo, vertiéndolo en un cáliz. El rostro de Jesús, su mirada y sus labios reflejan paz, serenidad y un hondo amor.

No nos cabe duda que el pintor ha querido representar a Jesucristo en su Pasión, vinculándolo con la Eucaristía. La sangre de sus heridas y de sus llagas, la corona de espinas, la cruz que vemos a su espalda, los instrumentos con que fue torturado, nos hablan de sus sufrimientos físicos. El gallo nos está recordando la “negación de Pedro”, signo del sufrimiento moral del Señor.

Llama la atención la vid cargada de racimos de uva que brota de la llaga del costado de Cristo. Se ve a Jesús, exprimiendo con sus manos el jugo de las uvas que va cayendo en un cáliz, en una evidente alusión a la Eucaristía.

 

¿Qué representan esos racimos que Jesús está exprimiendo? Recordemos las palabras de Jesús que recogió San Juan y que se leen en el Evangelio de este quinto Domingo de Pascua: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en Mí y Yo en él, da mucho fruto”… NOSOTROS SOMOS ESOS RACIMOS, si estamos unidos a Jesucristo. Cristo, al darle su savia a la vid, está trasmitiéndonos su Vida. Es el propio Jesús quien comparte su Sangre con la nuestra, consagrándola en el cáliz de la Eucaristía.

 

De esta forma, el artista, a través de su pintura, nos introduce en el Misterio Pascual y en el Misterio de la Eucaristía. Por Cristo, con Él y en Él, nos ofrecemos, nos entregamos. Es una oblación de amor, una entrega total de nosotros a Él y de Él para nosotros.

Luego de adorar estos misterios, nos preguntamos: “¿Qué podemos hacer para ser consecuentes con estos regalos de Dios sólo podríamos adorar? Nos lo dice san Juan en la carta que leímos hoy: Dios quiere “que creamos en el Nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos los unos a los otros como Él nos ordenó. El que cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios permanece en él”. Si observamos el rostro de Jesús, su mirada y sus labios, vemos tal dulzura, tanta paz y tanto amor, nos damos cuenta que allí está su mensaje.

 

Probablemente más de alguien podría pensar que los dos trozos bíblicos que acabamos de comentar nos han elevado a ciertas esferas místicas demasiado elevadas y poco aterrizadas. Entonces, volvamos a leer la primera lectura bíblica de hoy, tomada del capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles. Vemos una comunidad viva y creyente con sentimientos naturalmente muy humanos y terrenales:  Se trata de la comunidad cristiana de Jerusalén que, con toda razón, duda de Saulo, el fariseo que, creyendo hacer la voluntad de Dios, había estado persiguiendo hasta hace poco, a los cristianos, llevándolos a la cárcel. ¿Cómo se explica que ahora estuviera predicando a Jesús? Fue necesario que otro, en este caso Bernabé, diera testimonio de la auténtica conversión del duro fariseo que ahora se estaba transformando en el gran apóstol, San Pablo. Efectivamente, Pablo se convirtió en un verdadero enamorado de Cristo, por quien gustosamente terminó entregando su vida.

 

Ahora nos preguntamos:

  1. ¿Nos ha pasado alguna vez de dudar de la buena fe de alguien y que, después, nos dimos cuenta que era una gran persona?
  2. ¿Me había dado cuenta que si no dirijo mis afectos a Jesucristo estoy perdiendo el tiempo?
  3. ¿Me había dado cuenta que en la Eucaristía, en esa patena y en ese cáliz, yo mismo me estoy ofreciendo por Cristo, con Él y en Él?

Nota: ¿Le da curiosidad saber dónde está el cuadro que aparece al comienzo de esta reflexión? Está en una iglesita de nuestro altiplano: Toconao, Segunda Región.

Si tiene interés de leer otras meditaciones o reflexiones, vaya a la página web

www.equilitur.cl

 


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En mi vida, ¿he recibido heridas… me han quedado llagas? Al ver los muchos males del mundo que nos rodea ¿hemos perdido la esperanza?