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Homilías

26 DE FEBRERO: DOMINGO OCTAVO ANUAL

LA PROVIDENCIA DE DIOS

Este domingo nos habla en sus tres lecturas de Dios: - En la primera lectura, del profeta Isaías, Dios como “madreâ€. - En la segunda lectura, de S. Pablo, Dios como “juezâ€. - Y en el Evangelio, Dios como “padreâ€.

Ante la duda de Sión: “Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha 

abandonado”...Responde Dios: “¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré”.

Y en la segunda lectura de S. Pablo a los Corintios, se nos dice:

“Mi juez es el Señor...Dejad que venga el Señor. Él iluminará lo que 

esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón: entonces cada uno recibirá de Dios lo que merece”.

En el Evangelio, Jesús nos presenta a Dios como Padre que cuida de los 

pájaros y de los lirios, dándoles comida y vestidura preciosa. Y ¡cuánto más cuidará de nosotros, los seres humanos, que somos sus hijos! No nos preocupemos del día de mañana, vivamos confiados bajo la Providencia del Señor. Nuestra respuesta debe ser la del Salmo 61 que hemos entonado antes, después de la primera lectura diciendo: 

  “Descansa sólo en Dios, alma mía, porque de Él viene mi salvación, mi alcázar; no vacilaré...porque Él es mi esperanza; sólo Él es mi roca firme, mi refugio”...

  Lo triste es la preocupación por el dinero. Nos cerramos a la experiencia de la solicitud del Padre que está en los cielos. El dinero se convierte en un ídolo. Jesús no quiere que caigamos en el paganismo impropio de los creyentes. La actitud cristiana ante el problema social del mal reparto de las riquezas y los bienes de consumo se llama solidaridad. Debemos buscar el bien común, que es la suma del bien individal – espiritual y material – de cada uno de los seres humanos. Jesús nos quiere ocupados, sin andar preocupados. Activos sin agitarse. Provisores, pero no angustiados. Trabajar sin agobiarse. Cultivar pensamientos importantes, rechazando loos futiles. ¿Qué ideales captan mi atención? ¿Qué es lo que ocupa mi corazón? ¿Qué objetivos determinan mis decisiones?

  San Ignacio de Loyola nos invita a vivir la Providencia divina en su “Contemplación para alcanzar amor” de los Ejercicios (233 y 234). Dice:

  “Pedir conocimiento de tanto bien recibido para que yo, reconciéndolo enteramente, pueda en todo amar y servir a su divina majestad.

  Traer a la memoria los beneficios recibidos de creación, redención y dones particulares, ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí y cuánto me ha dado de lo que tiene, y como consecuencia, el mismo Señor desea dárseme en cuanto puede, según su ordenación divina. Y con esto reflexionar en mí mismo, considerando con mucha razón y justicia en lo que yo debo de mi parte ofrecer y dar a la su divina majestad, que es, a saber, todas mis cosas y a mí mismo con ellas, así como quien ofrece afectándose mucho: “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer: Vos me lo disteis; a Vos, Señor lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta”. 

  Quiero terminar con la poesía, por libre, de Samuel Bernardo Lemus, titulada:     NI SALOMÓN VISTIÓ CON TANTA GALANURA

  Ni Salomón vistió con tanta galanura.

El lirio de los campos,

un evangelio vivo,

predicado por los labios más puros,

más veraces, más ungidos de proféticas lluvias y alabanzas.

  Qué delicada la misión del lirio.

Él bien sabe que la vida es canto,

que lo viste de nieve;

sabe desafiar la gravidez del viento

y se deja llevar

por la fuerza infinita de Dios mismo

hacia la inmensidad de su infantil ternura,

donde el lirio apacienta sus candores

entre cúmulos que no se olvidan nunca,

entre cúmulos breves

que de uno a otro confín del universo

dispersos van cantando la salmodia evangélica.

 

  j.v.c.

 


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