Homilías

29 DE ENERO: DOMINGO CUARTO ANUAL

¿UN CAMINO ÁSPERO Y SOLITARIO?

Dios ha escuchado nuestras oraciones y - después de una larga convalescencia - ha permitido que nuestro viejo amigo de Tokyo, el misionero jesuita Padre Juan Vcente Catret, vuelva a la lid presentándonos sus reflexiones dominicales en castellano

         Este domingo nos presenta las “Bienaventuranzas” de Jesús, como un camino áspero y solitario para alcanzar la felicidad, que sólo los humildes captarán y vivirán.

  Ya en la primera lecturas, el profeta Sofonías pone en boca de Dios las siguientes palabras: “Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor”...

  Y en la segunda lectura, S. Pablo nos dice: “lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los soberbios”...

  Y en el evangelio, Jesús presenta su “programa” para llegar a la felicidad.

  Pero ¿no es éste un camino áspero y solitario?

  Los que sólo creen en una felicidad para los sentidos corporales y no creen o se olvidan de que estamos en la tierra de paso, para vivir haciendo felices a los demás, se reirán o compadecerán a los que qeremos seguir el camino de Jesús.

  Pero a nosotros las Bienaventuranzas nos parecen las ocho claves de la dicha humana.

Dichosos los que tienen alma de pobres, libres de ataduras materiales, vacíos de egoísmo. Infelices los hambrientos del poder, del dinero, los esclavos del egoísmo.

  Felices los sufridores, fuertes ante el dolor y sufrimiento moral, que perdonan las ofensas. Infelices los impacientes y cobardes ante la adversidad, los vengativos, los coléricos.

  Felices los que lloran, los que tienen un corazón sensible a los males materiales y espirituales de sus hermanos. Infelices los insensibles al dolor ajeno.

  Felices los hambrientos y sedientos de justicia, los que procuran dar a cada uno lo suyo y seguir lo que es justo. Infelices los que no quieren escuchar ni ayudar ante las injusticias sociales.

  Felices los misericordiosos, los compasivos de corazón, que atienden a los más pobres material y espiritualmente. Infelices los fríos ante los males del prójimo.

  Felices los limpios de corazón, los de conciencia pura, que viven en gracia de Dios. Infelices los sucios de corazón, profanadores del cuerpo.

  Felices los que trabajan por la paz en la construcción de un mundo mejor, más justo y pacífico. Infelices los destructores de la paz familiar y social.

  Felices los perseguidos por seguir a Jesús, los calumniados por fidelidad al evangelio. Infelices los perseguidores de los justos.

  Estos son los valores de Jesús.

  S. Agustín, en un sermón, decía:

  “Queremos ver a Dios, buscamos verlo, ardientemente deseamos verlo. ¿Quién no tiene ese deseo? Pero fíjate en eso que dice el Evangelio: “Dichosos los limpios de corazón, ellos verán a Dios”. Procura verlo. Para establecer una comparación con las realidades materiales, ¿cómo querrás tú contemplar el sol naciente con ojos enfermos? Si tus ojos están sanos, esta luz será un placer para tí; si están enfermos, te será un suplicio... La visión de Dios se promete a los hombres de corazón puro. Esto es así porque los ojos que pemiten ver a Dios están en el corazón.

  Termino con el soneto de Manuel Machado (1874 a 1947) titulado:

  “SEÑOR, QUE VEA”

  ¡Mi Vida, mi Verdad y mi Camino!

Yo bien sé que eres Tú; pero te busco,

¡y en qué mirajes la mirada ofusco,

o en qué negrura el paso desatino!

  Sin duda es verde aún la pobre rama

que en u divino fuego arder quisiera,

y airado la separas de la hoguera,

porque indigna la juzgas de tu llama.

  No sé, no sé, Señor, a dónde llego

corriendo tras tu sombra...En cualquier parte

buscándote me angustio y extermino.

  ¡Dáme, Señor, la mano, que soy ciego!

Pónme en la senda, donde pueda hallarte:

¡mi Vida, mi Verdad y mi Camino!

 

  j.v.c.


Música

EL TRONO DE JESÚS

Domingo 29 del Año Litúrgico ciclo B. Isaías 53; Hebreos 4; Marcos 10

“No saben lo que están pidiendo, ¿Son capaces de beber el cáliz que yo he de beber?