Homilías

DOLOROSA FECUNDIDAD

HOMILIA para el domingo XIV° del Año Litúrgico (240707)

¿Hemos tenido momentos dolorosos que nos hacen desesperar? ¿Hemos descubierto el fruto fecundo de ese dolor? ¿Hemos encontrado a Dios en esos momentos? ¿Nos atrevemos a compartir nuestra Fe, aunque se burlen de nosotros?

HOMILIA para el domingo XIV° del Año Litúrgico (240707)

DOLOROSA FECUNDIDAD

Naturalmente evitamos el DOLOR y procuramos mantenernos distantes. Sin embargo, habrá ocasiones que parece inevitable; incluso vemos que algunas veces ha sido FECUNDO, a juzgar por sus resultados. Debemos reconocer que no siempre podemos ver de cerca esos buenos resultados. Va a tomarnos un tiempo. Sólo el tiempo podrá decirnos: “¿Viste? ¡Valió la pena!”.

Estos bellos logros, aunque no los veamos todos los días, nos obligan a abrir los ojos y el corazón y agradecer haber tenido Fe y no haber perdido la Esperanza.

¡Bendita FE y bendita ESPERANZA!

La bendita Esperanza tuvimos que cuidarla, alimentarla y conservarla por largo tiempo antes de poder alcanzar y gozar los buenos resultados.

Es el caso de los profetas. Es duro y frustrante predicar a oídos sordos. Lo vemos hoy en la primera lectura bíblica. Se trata del profeta Ezequiel a quien Dios le encarga predicarle a un pueblo rebelde, “ya sea que escuchen o se nieguen a hacerlo”. Pero éste no es un caso aislado. Si recorremos el Antiguo Testamento veremos que, en la mayoría de los casos, los profetas fueron incomprendidos, maltratados e incluso, asesinados. Pero sus palabras quedaron sembradas y un día, desde la Eternidad, pudieron ver su cumplimiento. ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿En quién?

¡En Jesús, el anunciado por los profetas, el deseado y ESPERADO por toda la humanidad!

¡Qué larga y DOLOROSA ESPERA… pero fue FECUNDA! Si vemos el Salmo 122, que se reza hoy, vemos el dolor de un pueblo en ansiosa ESPERANZA. Jesús es el fruto maduro, deseado y esperado de todos los tiempos y todas las naciones.

En el trozo del Evangelio de San Marcos que se lee hoy, vemos que Jesús debe padecer la misma dolorosa experiencia de los profetas: no es escuchado y es mirado en menos en la misma sinagoga donde había acudido desde su infancia, en su propio pueblo de Nazaret. Sin duda se trata de una DOLOROSA experiencia. Él sabe cuál es la voluntad de su Padre y la proclama sin temor a quienes quieran o no quieran escucharla. ¿Y en qué terminó? En su Cruz y Pasión. ¡Muerte y Resurrección!

Éste es el Misterio Pascual. Aquí viene lo FECUNDO del DOLOR.

La Muerte y Resurrección de Cristo, su Misterio Pascual producen la FECUNDIDAD de algo nuevo: la naciente Iglesia. ¿Cómo no va a ser admirable el hecho de las conversiones a la Fe cristiana no sólo de un puñado de judíos sino de partos, medos y elamitas, gentes de Mesopotamia, de Siria, de Grecia e incluso de Roma? (Cuando tengas tiempo, abre tu Biblia en el Segundo Capítulo de los Hechos de los Apóstoles y quedarás asombrado). ¿Cómo no va a ser admirable que uno de los mayores enemigos y perseguidores de la Fe cristiana, Saulo de Tarso, se convirtiera en Apóstol de Jesucristo que extendió el mensaje de Jesucristo fundando comunidades cristianas hasta Roma, la capital del Imperio? 

Quiero terminar con lo que nos presenta la segunda lectura bíblica de hoy. El Apóstol Pablo, nuevo profeta de Jesucristo, reconoce su debilidad con profundo DOLOR. No sabemos en qué consiste esta debilidad, pero para él es algo real y que él estima como un impedimento para su misión apostólica. Esto, sin duda, le dolía, probablemente le daba pudor o vergüenza.

 Le pide al Señor que lo libre de ella, pero Él le responde “Te basta mi gracia porque mi poder triunfa en la debilidad”. ¿Cuál es el resultado de este episodio? La FECUNDÍSIMA labor evangelizadora de Pablo.

Y ahora, nos preguntamos:

  1. ¿Hemos tenido momentos dolorosos que nos hacen desesperar?
  2. ¿Hemos descubierto el fruto fecundo de ese dolor?
  3. ¿Hemos encontrado a Dios en esos momentos?
  4. ¿Nos atrevemos a compartir nuestra Fe, aunque se burlen de nosotros?

 

 

 

 

 

 


Música

EL TRONO DE JESÚS

Domingo 29 del Año Litúrgico ciclo B. Isaías 53; Hebreos 4; Marcos 10

“No saben lo que están pidiendo, ¿Son capaces de beber el cáliz que yo he de beber?