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Homilías

PECADO - PERDÓN

Tercer domingo de Pascua: 24-04-14

¿PECADO? ¡NO ME DIGA NADA! Entre mucha “gente buenaâ€, hay una palabra que no quieren ni escuchar: es la palabra “PECADOâ€. Dicen: “A mí me pusieron en un colegio de monjas o de curas y no hacían más que hablarnos de los pecados… y nos metían susto con el infierno y todas esas cosasâ€.

Es verdad. Hay otra “gente buena” para quienes “todo es pecado”.  Vamos a tratar de abordar el tema con serenidad y seriedad, pensando en nuestro Señor Jesucristo. En las lecturas bíblicas de este domingo, la palabra “PECADO” aparece cinco veces: Una, en boca de Pedro, en los Hechos de los Apóstoles; tres, en la Carta de San Juan; una, en boca de Jesús, en el evangelio de San Lucas.

 

Es interesante observar que en todos los casos, la idea de “PECADO” aparece vinculada con la idea del “PERDÓN”, otra palabra que algunos quisieran borrar del diccionario.

 

¿Por qué algunos no quieren que se les hable de “PECADO”? -  Porque quieren sentirse libres de toda norma o precepto; porque le tienen miedo al sentimiento de “culpa”.

¿Por qué otros no quieren que se les hable de “PERDÓN”? – Porque no creen que sea posible perdonar o porque prefieren guardar en su corazón sentimientos de rencor y venganza.

 

Éstos no son los sentimientos de Dios. Lo sabemos no solamente porque Jesús lo haya dicho sino porque nos dio testimonio con su vida, pasión, muerte y resurrección.

 

Dios, cuando nos creó, en la abundancia de su AMOR, nos dio inteligencia y voluntad, conciencia y libertad. Desde que nos creó, sabía perfectamente  que seríamos capaces de dirigir nuestros pasos por diferentes sendas, incluso contradiciendo su plan de Bien y Bondad. Eso es el PECADO. ¡Dios sabía que podíamos pecar y, sin embargo, nos dejó libres!

 

¿Cómo se explica esta “locura” de Dios?  Porque Él tenía preparada para nosotros una muestra de su AMOR, aún más grande que la propia Creación. Se trata del DON más grande que pueda existir: es su PER-DON. (El prefijo “per” es aumentativo, haciendo alusión a la “totalidad”). El PERDÓN de Dios lo tenía preparado desde el principio, esperando que nos diéramos cuenta y abriéramos nuestro corazón para recibirlo libremente. Ésta es la maravilla que nosotros jamás hubiéramos sospechado si no fuera porque JESUCRISTO nos la dio a conocer.

 

Si recorremos la vida de Jesucristo en los Evangelios, podemos contar innumerables veces en las que habla del perdón de Dios, del arrepentimiento de los pecados y de la conversión. Con frecuencia, Él no titubea en transmitir el perdón de los pecados. ¡Lo dice con claridad! A eso ha venido. En el Misterio Pascual que hemos celebrado en Semana Santa con la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, Él quiso demostrarnos con hechos que a esto había venido: a traernos el PERDÓN de Dios. En la Eucaristía que celebramos cada domingo y en las misas de cada día, volvemos a hacer presente el Cuerpo entregado y la Sangre de Jesús derramada para el PERDÓN de nuestros PECADOS.

 

Éste es el misterioso y amoroso plan de Dios para nosotros: que hagamos uso de nuestra libertad y que – ARREPENTIDOS  de nuestros PECADOS - libremente acojamos su PERDÓN.

 

Pensemos un poco:

  1. ¿Podemos desconfiar del AMOR misericordioso de Dios que ya nos tiene preparado su PERDÓN?
  2. Ante tanta bondad de Dios ¿Podemos nosotros guardar rencores con nuestros hermanos?
  3. ¿Estamos dispuestos a perdonar incluso a los que no nos han pedido perdón?

 


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