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Homilías

LOS DOS GRANDES MANDAMIENTOS y EL BUEN SAMARITANO por Juan Catret S.J.

10 DE JULIO: DECIMOQUINTO DEL TIEMPO ORDINARIO

Este domingo la liturgia nos presenta cuáles son los dos grandes mandamientos que debemos guardar y un buen ejemplo de ello en la figura del “Buen Samaritanoâ€.

En la primera lectura del Deuteronomio se nos dice: “Escucha la voz del Señor tu Dios, guardando sus preceptos y mandamientos”. Ya sabemos cuáles son esos “Diez Mandamientos” que Dios redactó a Moisés en el Monte Sinaí. Los tres primeros relacionados con Dios mismo y los otros siete respecto al prójimo: Amar a Dios sobre todas las cosas y no fornicar, ni mentir, ni robar, ni levantar falsos testimonios contra el prójimo y no desear la mujer o lo que es del otro. 

En el Evangelio, cuando los escribas y fariseos quieren probar a Jesús, le envían un letrado que le hace esa pregunta: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Él le dijo: “Qué está escrito en la Ley? ¿qué lees en ella? El letrado contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.” Él le dijo: Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida”. 

Es después cuando Jesús presenta la Parábola del “Buen Samaritano”.
  
El hombre malherido en su camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de ladrones que le despojaron de todo, y lo dejaron medio muerto a palos en la cuneta de la carretera. Al pasar por allí un sacerdote y un levita y, aunque vieron a aquel pobre hombre, no hicieron nada por él sino el desavenido.  

En cambio, el Samaritano, que también iba de viaje, le dio lástima, curó sus heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó” ... 

Podemos decir que el lema del sacerdote o del levita era: “Lo mío es mío”. Mi familia, mi tiempo, mi diversión, mi dinero, mi privacidad. 

En cambio, la actitud del Samaritano es: “lo mío es tuyo”. Es la actitud del hombre que reparte sus bienes con los demás, que está al servicio de los otros compartiendo todos sus bienes, 

San Agustín en una de sus Homilías nos confirma todo lo dicho cuando dijo:  “Cristo es el buen Samaritano: El hombre que descendía es Adán; Jerusalén, el paraíso; Jericó el mundo; los ladrones las potencias del mal; el sacerdote la Ley; el levita, los profetas y el buen samaritano es Cristo. Las heridas son las desobediencias; la montura el cuerpo del Señor. 

Este buen samaritano lleva nuestros pecados y sufre por nosotros, transporta al moribundo y lo conduce al alberge, es decir, a la Iglesia, que acoge a todos los hombres y a nadie niega su auxilio, porque Jesús abre sus puertas al decir: Vengan a mí todos los que trabajan y están fatigados y yo los aliviaré” .

Termino con una poesía de Ana María Primo Yupera que dice: 
              
Compartir Si sufres, yo a tu lado comparto tu dolor.    Si lloras, comparto en el silencio,   
llora mi corazón. 
Cuando asome la risueña alborada y brote de tu alma una eterna canción, entonces.. 
unida a tu alegría también cantaré yo.   
Tus llantos y tus cruces, tus amargas tristezas 
tus horas de alegría junto a ti vive siempre,
siempre,  mi corazón 


En breve

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¿YO… PAN?

EN LA NOCHE DE LA CENA DEL SEÑOR

Vamos a imaginar una curiosa entrevista. Vamos a entrevistar a un grano de trigo. “¿Usted se va a convertir en pan? "