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Homilías

DE LA COMPASIÓN DE DIOS A LA NUESTRA

20 enero 2022 Homilía del Padre Juan Vicente Catret SJ

La liturgia de la Palabra de Dios de este domingo nos habla de “la compasión de Diosâ€, como fuente de “nuestra compasión†al prójimo. Esa compasión de Dios nos la trae, como dice San Pablo en su primera Carta a los Corintios, (segunda lectura de este domingo), el “segundo Adán†que es Jesucristo, fuente de vida nueva, en amor y compasión hacia toda la humanidad.

DE LA COMPASIÓN DE DIOS A LA NUESTRA

 

  La liturgia de la Palabra de Dios de este domingo nos habla de “la compasión de Dios”, como fuente de “nuestra compasión” al prójimo. Esa compasión de Dios nos la trae, como dice San Pablo en su primera Carta a los Corintios, (segunda lectura de este domingo), el “segundo Adán” que es Jesucristo, fuente de vida nueva, en amor y compasión hacia toda la humanidad.

  “Compasión” no es una mirada de “arriba abajo”, como diciendo “pobre hombre” o “pobre mujer”; una mirada que implica desprecio y superioridad frente a los demás. “Compasión”, como dice la palabra latina es “cum-passio”. Esto quiere decir y sentir las alegrías y tristezas de los demás, “en conjunto”, como si fueran solo suyas. 

  Y cuando San Lucas dice en el Evangelio: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”, nos está llamando a esa actitud vital, a esa práctica de la caridad cristiana.

   San Juan Pablo II en su encíclica “Dives in misericordia” (Rico en misericordia, n.3) escribió:

  “Son muchos los pasos de las enseñanzas de Cristo que ponen de manifiesto el amor-misericordia bajo un aspecto siempre nuevo. Basta tener ante los ojos al Buen Pastor en busca de la oveja extraviada o la mujer que barre la casa buscando la dracma perdida. El evangelista que trata con detalle estos temas en la enseñanza de Cristo es san Lucas, cuyo Evangelio ha merecido ser llamado el “Evangelio de la misericordia”.

  Cristo, al revelar el amor misericordioso de Dios, exigía al mismo tiempo a los hombres que a su vez se dejasen guiar en su vida por el amor y la misericordia. Esta exigencia forma parte del núcleo mismo del mensaje mesiánico y constituye la esencia del “ethos” (moral) evangélico. El Maestro lo expresa bien sea a través del mandamiento descrito por Él como el más

grande, bien en forma de bendición, cuando en el discurso de la montaña proclama: Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

  De este modo, el mensaje mesiánico acerca de la misericordia conserva una particular dimensión divino-humana. Cristo –en cuanto cumplimento de las profecías mesiánicas-, al convertirse en la encarnación del amor que se manifiesta con peculiar fuerza respecto a los que sufren, a los infelices y a los pecadores, hace presente y revela de este modo más plenamente al Padre, que es Dios rico en misericordia. Asimismo, al convertirse para los hombres en modelo del amor misericordioso a los demás, Cristo proclama con las obras más que con las palabras la apelación a la misericordia, que es una de los componentes esenciales del ethos evangélico. En este caso no se trata solo de cumplir un mandamiento o una exigencia de naturaleza ética, sino también de satisfacer una condición de capital importancia, a fin de que Dios pueda revelarse en su misericordia con el hombre...los misericordiosos ...alcanzarán misericordia.”   Termino con un poema del madrileño J. Bermejo titulado:

 

                               CON INSISTENCIA

  

Con insistencia y con ardor nos pides

el gesto, la señal definitiva

en el amor: amar al enemigo,

poner la paz donde la guerra hostiga; 

hacer de nuestro barro soberbio y despiadado lámpara fiel de tu bondad divina.

Si alguna vez me siento perseguido

o calumniado, dame tu sonrisa,

que todo lo perdona y lo redice,

y todo lo fecunda y resucita.

Dame Señor, tus mismos ojos, dame Esa piedad que todo lo apacigua.  

Te pido por aquel que sin saberlo sembró en el alma heridas de muerte, y por aquellos que llagaron 

el corazón con ímpetu homicida. Infunde en mí tu mansedumbre. Sólo En tu bondad encuentre yo mi vida,

y en tus amores, mis amores, siempre abierto como el surco a la semilla.                                            j.v.c.


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