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Homilías

1 DE SEPTIEMBRE: DOMINGO 22 DEL TIEMPO ORDINARIO

ELOGIO DE LA HUMILDAD, desde Tokyo por Juan Vicente Catret S.J.

Jesús en el evangelio de este domingo hace un elogio de la humildad. La humildad viene de la palabra latina que se dice: “humusâ€, que significa “tierraâ€, o sea estar a la altura de la tierra, sin deseos de subirse a una tarima. Porque todas las personas humanas somos iguales, tenemos la misma dignidad. Por eso Jesús dice que cuando uno sea invitado a un banquete de boda no pretenda sentarse en los puestos más relevados. Antes al contrario, que uno se ponga espontáneamente en los asientos más humildes.

Esto me recuerda el dividir la historia en 4 etapas:

1. En la Edad Antigua: el más digno era el que subía a un podio, como el emperador romano, el que estaba por encima de los otros.

2. En la Edad Media, el más digno era el héroe, el más musculoso y valiente guerrero, como los Cruzados.

3. En la Edad Moderna: el más digno era el más sabio en todos los campos, como Leonardo de Vinci o Michelangelo, el poeta, el ingenioso.

4. En la Edad Contemporanea: el más digno es el sencillo y humilde, el que está a la altura de todos, el que a todos infunde sentido de la vida con alegría, compartir, igualdad. Como así era Jesús, la Madre Teresa de Calcuta, todos los santos que pasan desaparcibidos. Por eso, nosotros si somos así, sabremos hablar a los niños, a los rudos, a los intelectuales sin achicar a nadie, infundiendo la confianza en sí mismo a todas las personas con que nos encontremos, que todas sientan la dignidad de ser humanos e hijos e hijas de Dios Padre.

Esto es también lo que nos dice la primera lectura tomada del libro del Eclesiástico: “En tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso...Dios revela sus secretos a los humildes”.

  El Beato Carlos de Foucauld (1858-1916) en un retiro que hizo en Tierra Santa escribió:

  Dice “Cristo”: Ved mi servicio y entrega a los hombres y examinad cómo debe ser el vuestro. Fijaos en esta humildad para el bien del hombre y aprender a abajaros para hacerle bien, a haceros pequeños para ganar a los otros, aprended a no temer descender, a perder vuestros derechos cuando se trata de hacer el bien. Al contrario, abajándoos me imitáis; abanjádoos, empleáis, por amor a los hombres, el medio que he usado yo mismo; abajándoos camináis por mi camino, por consiguiente, en la verdad; y entonces se está en el mejor lugar para obtener la vida y para darla a los demás. Por mi encarnación, me pongo en la misma condición de las criaturas; por el bautismo, en el rango de los pecadores: anonadamiento, humildad. Abajaos siempre, humillaos siempre.

  Que los que son los primeros se consideren siempre por humildad y disposición de espíritu, en el último lugar, con sentimiento de abajamiento y de servicio. Si os encontráis en el primer lugar, sentíos en el último lugar por la humildad, ocupadlo con espíritu de servicio, diciéndoos a vosotros mismos que solo lo ocupáis para servir a los demás y llevarlos a la salvación”. 

  Termino con un soneto del sacerdote poeta chileno Luis Felipe Contardo (1880-1980) que dice:

  Amo, Señor, tus sendas, y me es suave la carga

(la llevaron tus hombros) que en mis hombros pusiste;

pero a veces encuentro que la jornada es larga,

que el cielo ante mis ojos de tiniebla se viste,

 

  que el agua del camino es amarga..., es amarga,

que se enfría este ardiente corazón que me diste;

y una sombría y honda desolación me embarga,

y siento el alma triste hasta la muerte triste...

 

  El espíritu débil y la carne cobarde,

lo mismo que el cansado labriego, por la tarde,

de la dura fatiga quisiera reposar...

 

  Mas entonces me miras..y se llena de estrellas,

Señor, la oscura noche; y detrás de tus huellas,

con la cruz que llevaste, me es dulce caminar. 

 

  j.v.c.


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EN LA NOCHE DE LA CENA DEL SEÑOR

Vamos a imaginar una curiosa entrevista. Vamos a entrevistar a un grano de trigo. “¿Usted se va a convertir en pan? "