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Homilías

28 DE OCTUBRE: DOMINGO 30 DEL TIEMPO ORDINARIO

AL BORDE DEL CAMINO, desde Tokyo por Juan Vicente Catret S.J.

Este domingo nos presenta a Jesús curando al ciego Bartimeo, sentado al borde del camino al salir de Jericó.

 

     En la primera lectura del profeta Jeremías se nos dice que el Señor “congregará al resto del pueblo...Entre ellos hay ciegos y cojos”...

  Y nosotros también podemos decir a Jesús que, como el ciego al borde del camino, estamos cansados, polvorientos, con los ojos cerrados a la luz, pero que oímos su voz, le buscamos le deseamos, le necesitamos, para atravesar las calles de la vida y andar por los caminos del mundo sin perdernos...

  San Gregorio de Nisa (330-394) en una homilía dijo:

  “Este sentimiento, el deseo de ver el rostro de Dios, me parece propio de un alma poseída por la pasión del amor hacia la belleza esencial. Y esto es lo que quiere la súplica audaz y que sobrepasa el límite del deseo: gozar de la belleza, no a través de espejos y reflejos sino cara a cara. Dios le concede a Moisés saciar el deseo, pero no le promete ningúna reposo ni hartura de ese deseo: No podrás ver mi rostro.

  El Señor se dirige de forma parecida a sus discípulos y desvela claramente las cosas que habían sido dichas en figura, cuando dice: si alguien quiere venir detrás de mí. No dijo: “Si alguno quiere ir delante de mí”. Ahora bien, quien sigue va a la espalda. Por consiguiente, Moisés recibe la enseñanza de cómo es posible ver a Dios: seguir a Dios adondequiera que él conduzca, eso es ver a Dios.

  Por esta razón, quien guía, yendo delante, muestra el camino a quien lo sigue, y quien sigue no se apartará del buen camino si mira continuamente a la espalda de quien conduce. Quien se coloca mirando de frente al guía, inventa otro camino para sí, y no aquel que le muestra el guía. Dice Dios a aquel que es guiado: Mi rostro no será visto por ti, esto es, no te pongas de frente a quien guía, pues obviamente la carrera sería en sentido contrario. Ves cuán importante es aprender a seguir a Dios. A quien de esta forma sigue a Dios, no lo detiene ninguna de las contradicciones suscitadas por el mal”.

  Hay una poesía de Santa Teresa de Jesús (1515-1582) muy bonita y apropiada que dice:

  “Véante mis ojos, dulce Jesús bueno,

véante mis ojos, muérame yo luego.

Vea quien quisiere rosas y jazmines,

que si yo te viere veré mil jardines:

flor de sarafines, Jesús Nazareno.

  Véante mis ojos, muérame yo luego”.

 

  Quiero además terminar con una poesía del poeta santanderino Gerardo Diego (1896-1987) titulada:

 

              PORQUE, SEÑOR, YO TE HE VISTO

 

  Porque, Señor yo te he visto

y quiero volverte a ver,

quiero creer.

  Te ví, sí, cuando era niño

y en agua me bauticé,

y, limpio de culpa vieja,

sin velos te pude ver.

Quiero creer.

  Devuélveme aquellas puras

transparencias de aire fiel,

devuélveme aquellas niñas

de aquellos ojos de ayer.

Quiero creer.

 Están mis ojos cansados

de tanto ver luz sin ver;

por la oscuridad del mundo,

voy como un ciego que ve.

Quiero creer.

  Tú que diste vida al ciego

y a Nicodemo también,

filtra en mis secas pupilas

dos gotas frescas de fe.

Quiero creer.

 


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¿YO… PAN?

EN LA NOCHE DE LA CENA DEL SEÑOR

Vamos a imaginar una curiosa entrevista. Vamos a entrevistar a un grano de trigo. “¿Usted se va a convertir en pan? "