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Homilías

13 DE MAYO: DOMINGO DE LA ASCENSIÓN

“LAS HUELLAS VIVAS†desde Tokyo por el P. Juan Vicente Catret S.J.

Siempre que llega el “domingo de la Ascensión†me acuerdo de una anécdota de la “Autobiografía†de San Ignacio de Loyola. Cuando él fue de peregrino a Jerusalén, subió al Monte de los Olivos, donde está el Templete de la Ascensión de Jesús al cielo dos veces, la segunda porque no se había fijado bien hacia dónde estaban orientadas las “pisadas†de los pies de Jesús que están alli marcadas en el suelo...¿Hacia el éste o el oeste?...

    Si esas huellas las dejó verdaderamente o no Jesús no lo sabemos, pero sí que sabemos que todos nosotros: la humanidad entera de hombres y mujeres, pequeños y grandes, todos somos las “huellas vivas” de Jesús aquí en la tierra.

  Jesús nos ha dejado en la tierra para ser sus huellas con una misión de buscar la santidad, tal como nos dice ahora el Papa Francisco con su última exhortación apostólica. Y como dice el evangelio de Marcos en el día de hoy:

“Jesús les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”...

  Es por eso que en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles se nos ha dicho también: “Mientras miraban fijos al cielo y viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”... Tenemos que mirar adelante en nuestra tierra, buscando la paz, la hermandad, la compasión, la dulzura, el servicio mútuo por amor...

  Ya en la segunda lectura de hoy, de la carta de S. Pablo a los Efesios se nos dice: “Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón pra que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama”...

  Las huellas vivas que Jesús nos ha dejado en el mundo son todos aquellos que prestan un servicio a los que sufren, a los ancianos que andan con pies poco firmes, los que corren y juegan con los niños y se hacen “como ellos”...

 Y es que estamos pasando del “tiempo de Jesús”: la Cabeza, al “tiempo de la Iglesia”: el Cuerpo Místico que somos todos nosotros...

  EL Beato Cardenal Newman, en su escrito “Nuevos con Cristo” dice:

  “Comenzad ya ahora, en este tiempo de Pascua vuestra resurrección con Cristo. ¡Mirad cómo os tiende la mano! ¡Resucitad con él! Salid del sepulcro del viejo Adán, abandonad vuestras preocupaciones, las envidias, las inquietudes, las ambiciones del mundo, la ligereza, el egoísmo, la indolencia, la vanidad y los delirios de grandeza. Esforzaos desde ahora en hacer lo que os parece difícil, pero que no debéis descuidar: velad, orad y meditad.

  Dejad ver que vuestro corazón, vuestras aspiraciones y toda vuestra vida están con vuestro Dios. Reservad cada día un poco de tiempo para ir a su encuentro. No os digo que dejéis el mundo ni que abandonéis los deberes que tenéis aquí en la tierra, sino que seáis dueños de vuestro tiempo. No dediquéis horas enteras al ocio o a la vida de sociedad. No oréis únicamente cuando os encontráis cansados y a punto de ir a dormir; no os olvidéis completamente de alabar a Dios o de interceder por el mundo y por la Iglesia. Demostrad que pertenecéis a Cristo, ya que vuestro corazón ha resucitado con él y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”.

 

  Quiero terminar con la famosa oda del agustino Fray Luis de León (1527-1591) llamada:

 

                         ASCENSIÓN

¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, obscuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?


Los antes bienhadados
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

A aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado,
estando tú encubierto?
¿Qué norte guiará la nave al puerto?

¡Ay! Nube envidiosa
aun de este breve gozo, ¿qué te quejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ¡ay!, nos dejas!

Tú llevas el tesoro
que sólo a nuestra vida enriquecía,
que desterraba el lloro,
que nos resplandecía
mil veces más que el puro y claro día.

¿Qué lazo de diamante,
¡ay, alma!, te detiene y encadena
a no seguir tu amante?
¡Ay! Rompe y sal de pena,
colócate ya libre en luz serena.

¿Que temes la salida?
¿Podrá el terreno amor más que la ausencia
de tu querer y vida?
Sin cuerpo no es violencia
vivir; más es sin Cristo y su presencia.

Dulce Señor y amigo,
dulce padre y hermano, dulce esposo,
en pos de ti yo sigo:
o puesto en tenebroso
o puesto en lugar claro y glorioso.

FRAY LUIS DE LEÓN
Agustino, catedrático de Salamanca (1527-1591)

 


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Hoy nos encontramos con un extraño contraste: solidez y firmeza versus sencillez y humildad.