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Homilías

25 DE FEBRERO: DOMINGO SEGUNDO DE CUARESMA

DOMINGO DE “LOS TRES MONTES†desde Tokyo por el Padre Juan Vicente Catret S.J.

Llamo a esta homilía la de “los tres Montesâ€, porque en la primera lectura tomada del Génesis se nos dice que Abraham marchó al Monte Moria con su hijo Isaac para sacrificarlo allí, aunque luego no lo hizo por mandato de Dios; la segunda lectura de San Pablo en su carta a los Romanos, nos insinúa que Dios sacrificó a su Hijo único Jesucristo por nuestra redención en el Monte Calvario; y el Evangelio nos habla del Monte Tabor, a donde Jesús subió con Pedro, Santiago y Juan, y se transfiguró ante ellos, para darles fuerzas a fin de superar la prueba de su pasión y muerte, y no perdiesen la esperanza de que resucitaría al tercer día, el día de Pascua después de la Cuaresma.

          

   Subir supone esfuerzo, cansancio, pero una vez en la cima de un monte el panorama llena de luz y de alegría. El aire es más puro, la luz más clara. Me acuerdo de cuando yo subí con otros compañeros al Monte Fuji, emblema del Japón, con sus más de 3.000 metros de altura. Desde entonces tengo ante mi vista una foto del Monte Fuji, que me habla de pureza, elevar la mente arriba, al cielo, esforzarme más cada día...Vivir la “forma pascual” de Jesús: pasar del “Amén al Aleluya”: del sufrimiento y dolor de la pasión al gozo de la Resurrección y victoria del Señor.

  Pidamos hoy al Señor “la gracia de la transfiguración”: ser transformados en la imagen de Cristo, que nos labre, que nos infunda transparencia de alabanza, acción de gracias, pureza de vida. Esa es la energía que nos aporta Jesús transfigurado. Preparémonos con más oración durante esta Cuaresma. Orar es como “subir al monte de la contemplación”...

  Anastasio del Sinaí (¿-700), en su Homilía en la fiesta de la Transfiguración dijo:

  “Hay que apresurarse hacia la montaña, como hizo Jesús, que, tanto allí como en el cielo, es nuestro guía y nuestro precursor. Con él brillamos con mirada espiritual, seremos renovados y divinizados en la esencia de nuestra alma; configurados a su imagen, como él, seremos transfigurados: divinizados para siempre y transportados a las alturas.

  Acudamos pues, con confianza y alegría, y penetremos en la nube, como Moisés y Elías, como Santiago y Juan. Como Pedro, sé llevado a esta contemplación y esta manifestación divina, sé transformado magníficamente, transportado fuera del mundo, por encima de esta tierra. Deja aqui la carne, deja la creación y vuélvete hacia el Creador, al que Pedro mismo decía, arrebatado: ¡Señor, qué bien se está aquí! Sí, Pedro, es verdaderamente bueno estar aquí con Jesús, y estar aquí para siempre”.

  Quiero concluir con la poesía preciosa del santaderino Gerardo Diego (1896-1987) titulada:

 

                 SALMO DE LA TRANSFIGURACIÓN

 

  Transfigúrame.

Señor, transfigúrame.

Traspáseme tu rayo rosa y blanco.

 

  Quiero ser tu vidriera,

tu alta vidriera azul, morada y amarilla

en tu más alta catedral.

 

  Quiero ser mi figura, sí, mi historia,

pero de Ti en tu gloria traspasado.

Quiero poder mirarte sin cegarme,

convertirme en tu luz, tu fuego altísimo

que arde de Ti y no quema ni consume.

 

  ¡Oh mi Jesús alzado sobre el trío

-Pedro, Juan y Santiago-

que cerraban sus ojos incapaces

de sostener tu Luz, tu Luz!

 

  Y no cerrar mis párpados

como ellos los cerraban

con tu llaga de luz sustituyéndote

en inconsútil túnica incesante,

y dentro Tú manando faz de Dios”.

 

 

 


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¿YO… PAN?

EN LA NOCHE DE LA CENA DEL SEÑOR

Vamos a imaginar una curiosa entrevista. Vamos a entrevistar a un grano de trigo. “¿Usted se va a convertir en pan? "